Desde tiempos de los romanos ha sido refugio para navegantes y, hoy, su hermosa bahía sigue dando calma a los llauts que se mecen en su acogedor puerto, bordeado por pequeñas casas, restaurantes y tiendas.
El sonido del mar se mezcla con las tertulias de los restaurantes y cafés. La brisa marina acompaña a los paseantes que disfrutan del hermoso paisaje parando, de vez en cuando, para trastear en alguna de las pequeñas tiendas.